Recogí todos los árboles
que nunca vimos
doblé sus raíces
enrollé sus ramas
empaqué sus hojas.
Acordoné sus retoyos
con alambre de piel de cebolla
arrinconé sus brisas
despedí a sus aves
en otros vuelos.
Al cielo de sus bailes
de melódico trino montuno
lo enrolé en una marcha
hacia el negro silencio
de la negrísima negrura.
Despejado quedó lo que quedaba
de este desierto.