miércoles, septiembre 24, 2014

Santurce blues


Para: Rafael Vargas

Hay lecciones tan honestas como las cuatro estaciones
las haces tú amor;  agua de flores, 
lluvia de flores acuarelando el horizonte santurcino.

Cuando dormimos y amaneces con el sol en los ojos
a pesar de tus manos aquietadas
ganas mi alma con ese gesto de dorado centinela.

El heroísmo de tu estancia en mi estancia
data desde que el palacio con que caminas
lanzó sus puentes para mi entrada
en donde estabas y en donde estás
donde eras y sigues
tan hábil como un paciente matemático
con un insospechado pero perfecto resultado.

Te mantuve lejos de donde debí
empecinada en casinos de palabras necias
ganando la farsa de un amor
encajado en cajas vacías con aterciopelados lazos.

Me mantuve sin tu arena en mis huellas
desnutrida de risa,
momificada en cascabeles de hierro
disecada en vociferados mandatos.

Me hacías tanta falta en esos siglos
en que dejé de pensarte.
En esos más de un día en que aparición fuiste
cuando  el olor a lluvia se esparcía
-aun en los más relucientes días-
cuando los aguacates de la placita
cuando mi perra muerta ladraba tus constelaciones
y el latin jazz sonaba a  blues de fétidos callejones.

Tu lección me enseñó que no sabía nada
sobre agua, lluvia, flores, aguacates, acuarelas, horizontes
-y mucho menos-:
 sobre el amor.




domingo, septiembre 21, 2014

Con ánimo de desilusionar




Me dicen que los poemas
que abren la dentadura se olvidan…

Pero hoy no tengo qué decir
para volver semilla la tristeza.
Hoy, ni siquiera ha llovido;
las zanjadas metáforas
hacen cola detrás de los camellos
hacia la aguja y su parpadeo.

Además, 
no sé qué almorzaron los dominicales boleros
pues las verdes líneas de mis brazos
no drenan muerte; vida cosquillean.

Los recuerdos que una vez
a punta de gotas vivas
me encarcelaban en blancas celdas
acaso sirven para alguna absurda telenovela.

Aquello que se vistió como diluvio de gemido 
lo embarcó sin regreso el ocaso veraniego.
No queda una sola esperanza para un adolorido verso
entrampándome 
para el tropiezo con un mal ubicado obsequio
que en menos de un parpadeo 
el aseo dispuso de sus huesos.

¿Por qué se espera que la poesía
sucumba al ser hasta derretir sus ojos?

Pero hoy el mundo de un poema triste 
equivocó la fecha.
Cual afroantillanas estrofas
cadenciosas pasean por la armonía de las cosas.
Los versos que aguardan caer de las ramas del otoño
están enraizados, descansados, saneados  esperanzados:
como debe ser el amor.