Tan mía soy
como las palomas de la plaza.
A pura limosnas por las bancas
va el vuelo de la mente.
Me detengo.
Migajas recojo; las suelto.
Me aviento las piedras del tropiezo.
La sombra de un árbol ceda,
baja mis párpados.
Y viajo…
como río...
como río...
En el polo contrario
nada sé ya de palomas,
de plazas, de la Iglesia del Pilar
-donde debería entrar
y mi ira arrodillar-.
Solo sé de sales, ¡millones de sales!
Solo sé de… ¡Paraguas!
Aterrizo con el restrello del aguacero.
Vuelvo a ser tan mía, tan vuelo
tan paloma, tan plaza, tan indeleble.
¿Por qué tuvo que llover?