Te recordaré
como un corazón garfio
termita
pan agorgojado.
No eras el pebetero
eras su mecha
que disparaba
mi cielo.
Por ti
creció esa costumbre de
expandirme toda
como un sombrero pequeño
acomodándose en la cabeza
de un globo inmenso.
Dejaste:
la diáspora
de esporas carnívoras
en el silencio.
Te recordaré
como víbora vertida
sobre mi cuello
y cuando no me quede
ni una sola mancha
de tu atroz morada
te recordaré
por este merecido poema.