Me dicen que los poemas
que abren la dentadura se olvidan…
Pero hoy no tengo qué decir
para volver semilla la tristeza.
Hoy, ni siquiera ha llovido;
las zanjadas metáforas
hacen cola detrás de los camellos
hacia la aguja y su parpadeo.
Además,
no sé qué almorzaron los dominicales boleros
pues las verdes líneas de mis brazos
no drenan muerte; vida cosquillean.
Los recuerdos que una vez
a punta de gotas vivas
me encarcelaban en blancas celdas
acaso sirven para alguna absurda telenovela.
Aquello que se vistió como diluvio de gemido
lo embarcó sin regreso el ocaso veraniego.
No queda una sola esperanza para un adolorido verso
entrampándome
para el tropiezo con un mal ubicado obsequio
que en menos de un parpadeo
el aseo dispuso de sus huesos.
¿Por qué se espera que la poesía
sucumba al ser hasta derretir sus ojos?
Pero hoy el mundo de un poema triste
equivocó la fecha.
Cual afroantillanas estrofas
cadenciosas pasean por la armonía de las cosas.
Los versos que aguardan caer de las ramas del otoño
están enraizados, descansados, saneados esperanzados:
como debe ser el amor.
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