sábado, noviembre 07, 2009

Prófugo

Te he buscado en él tránsito


de mis vacías calles,


en la parte alta de las raíces


en la parte baja de los ramajes.




Escribo para encontrarte


en mis manos entintadas.


Te escribo para coleccionarte


en cajas de fuego y mármol.




Te buscan mis cerradas pupilas


cuando se abre la mañana.


Intento encerrarte


en el calor de las sábanas


donde te buscan mis abrazos.




La brisa,


esculpe tu aroma


por donde se desliza mi olfato.




Cuando anocheció,


me miraban las ventanas


descubiertas de tus ojos.




De tertulias silenciosas


me impregno para esperarte.




Dejaste a nuestra bandera


contemplándose el desamparo.




Donde te he buscado,


voy repasando cada instante,


cada espacio entre el cielo y el suelo.


Voy husmeando cuidadosamente


en cada partícula imperceptible


que se cuela en los rayos sin horas.




¡Oh Dios!,


¿mi fugitivo que desvíos ha tomado?


Quién lo hizo ahuyentar


de la sobredosis de mi amor


o de lo insoportable de mi amar.




Sin alternativa para mi peregrinaje,


ando acostada


en un sabatino descanso.


Frente a frente,


converso con el cansancio.


Sin rodeos le pregunto


por el más buscado.



Con la humedad de mis ojos,


la paz de mi almohada


aprovecha para bordar


la efigie de este tríptico encuentro:


la poetisa, el cansancio y la locura.


Y entonces,


al fin, te intercepto.

1 comentario:

María de los Ángeles Camacho Rivas dijo...

Buscas las palabras doradas que susurró a tu oído la serpiente cascabel. Es difícil olvidarlas, se graban en el cerebro febril y las conjuras, aunque no quieras. Algo de tu esencia fue capturada por ese prófugo que buscas sin descanso. Veneno que no ha encontrado antídoto y así lo has plamado en este poema hermosísimo.

Comentario por la Prof. Esther M. Castrodad