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Se van olvidando los tesoros…
y pasa, en un abrir, el sacudir del ocaso
el de entonces, el del árbol de niña
el de los pies en el agua
el del balcón de mi abuelo
el de los rosarios del barrio
el de nostalgias con aromas de nanas.
Por la luz: el regresar de la clemencia
el renunciar al crepúsculo de las paredes
más altas, más amas una vez fueron.
Y pasa,
-que en una humilde pizca de gloria-
la cojera de una mesa
entona con firmeza los minutos
llena los sorbos de vino humilde; corona.
Y en las nubes se cuece un azafranado hechizo
en sonata de brindis.
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