Inmisericordemente
hemos almacenado
4,625
veces la misma desnudez
como
aquellas estivas de periódicos en la covacha;
no
sabemos las fechas pero están allí
(con
notas de dolor, de brindis, de soledades,
de
reinos divididos, ofertas engañosas, maltrato,
plagas
aniquilantes, obituarios tatuados).
Una
sola letra negra fue suficiente para escribir
sobre
el crepúsculo invidente de nuestras castigadas almas
(mi
dolor era un circo de espejos rotos
donde
no hallaba la curva de mi boca
tu
melancolía era de orfandad y gigantes cebollas).
Las
frutas que no comimos
dibujaron
hongos en el aire;
eso
le pasa al amor cuando no respira
por
eso he vuelto a desnudarme…
Un
yeso me levanta
para
hacer diferente el mismo cuerpo que te
entrego.
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