¿Quién soy yo para
salvar un alma?
Pero puedo maldecir al
hombre necio
al que esquiva
aquellos días sin remedio en mis paredes
al magnético de estos senos
merodeador erecto.
Quiero sugerirle trinchera por susurros azules
-¡leñosa ilusión!-
maldito con su mirar daltónico de pala y tumba
maldito al lamer las
heridas de sus propios méritos
maldito entre todos
los hombres y mujeres
ligeros de pactos y
verbos.
Cuánta insolencia
enfrentada a mi sordo
hablar
hablar escultor de hocico
en muecas
hablar detonador de su
marcha certera
Maldito sin niñez, ni
indulgencia.
Escocido en mi lástima
y bendiciones.
5 comentarios:
Ahora ya tienes de que escribir.
parece una realidad certera
Lo es. Debería ser diferente, pero al menos esa relidad me dio este poema.
.. es el grito que emerge de un silencio autista de un o una amante... desesperado/a
Que sirva la poesía para el grito y para el silencio.
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