Sufridamente te sufro
sacudes como la fruta malograda
tras el néctar.
Te he llamado desde las montañas
donde llegan tus ojos
te he esperado en las lunas de los soles.
Mírame con las alas puestas:
¡Anídame!
Amor, no tengo promesas
pero prometo ese río donde no estuvimos
lo beberé cual vino
cual boca tuya
-a mis antojos-…
¡Húndete!
¡Despiadadamente!:
atrápame en tu red de
manos sedientas
en la hombría sin fin de tu pelvis.
Quedan: la ansiedad, la humedad, la incertidumbre.
¿Qué esperas para su muerte?
No imites a las aves
que se alejan del agua
para pernoctar.
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