Veo a un perro triste
el infeliz va sin rabo
ni las dos patas donde ocultarlo
ya ni el cartero le
teme
es un gato maullándole
al diluvio que le arroja la vida.
Acobardado va el perro
que ladraba y reía.
Gime porque perdió
la mano en su cabeza
-la misma a la que lamía-
-la misma a la que lamía-
perdió su segunda sombra,
sus colmillos, su saliva, su cobija,
el hueso de la vida.
El perro de dos patas
ahora es un perrito
con el rumbo destinado
del que no tiene amo.
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